Iniciamos junio con un ejercicio democrático inédito en México, como se comentó en este espacio la semana pasada, que busca apegarse a los principios de la Nueva Gestión Pública que comenzó a implementar el Poder Ejecutivo desde el sexenio anterior; esto es, cambiar las políticas y estructuras que sistemáticamente han inhibido la igualdad social.Palabras más, palabras menos, lo que se busca es transferir, de manera escalonada, la toma de decisiones a la ciudadanía e involucrarla cada vez más en la construcción de una administración pública más eficiente, haciendo extensivo el ejercicio, primero, al Poder Legislativo y, ahora, al Poder Judicial. Seguro recordarán la frase aquella de que somos el país más democrático del mundo. Puede ser. Las elecciones del pasado domingo sin duda nos vuelven una nación más democrática, más flexible y más abierta al cambio. Sobre la reducción de la desigualdad, eso es algo que aún está por verse.
En otros temas, la “gran y hermosa ley”, como denomina el presidente estadounidense a su paquete fiscal, aprobado a finales de mayo en la Cámara de Representantes, aún necesita ser votada en el Senado, donde el mandatario ya enfrenta algunas dificultades, sobre todo por las críticas de Elon Musk, quien la calificó de ser una “abominación repugnante” y los propios senadores, quienes han manifestado su intención de hacer cambios significativos a la misma.
Recordemos que en esta ley está la propuesta de impuestos a las remesas que mandan los migrantes a sus países de origen. No es casualidad que en abril de este año hayamos visto una caída en estos envíos de dinero de 2.5%, la más pronunciada desde septiembre de 2012. A pesar de que en el proyecto de ley este impuesto fue reducido de 5% a 3.5%, el miedo entre la población ha ido en ascenso, sobre todo entre aquellos migrantes que no cuentan con un estatus legal en Estados Unidos, generando que no salgan a trabajar o dejen de enviar dinero a sus familias, temiendo ser deportados.
El efecto inmediato de este impuesto se ve, por supuesto, en el bolsillo y ánimo de las familias mexicanas, quienes ya resienten los efectos de la desaceleración en la construcción, agricultura y los servicios, mismos que han ocasionado pérdidas de empleos y saturación laboral.
Sumado a lo anterior, hoy amanecimos con una orden ejecutiva del mismo Trump, donde duplica los aranceles, de 25% a 50% para las exportaciones de México a Estados Unidos deacero y aluminio, medida que impactará, una vez más, a miles de empleos de trabajadores de las industrias automotriz, construcción, metalmecánica y electrónica.
No cabe duda que el gobierno del vecino del norte está, por un lado, incrementando la incertidumbre en México por factores externos como sus aranceles e impuestos a remesas y, por otro lado, aprovechando los factores internos que abonan a esa misma incertidumbrecomo los efectos de la reforma judicial para seguir imponiendo su agenda de política migratoria y medidas proteccionistas, independientemente de los efectos negativos que tiene para la inflación y escasez de productos en su propio país.
De este lado, la presidenta responde que tenemos que protegernos, aunque aclara que no se aplicará un “ojo por ojo”. Esperemos a ver cuáles serán estas medidas en favor de unMéxico que se debate entre la recesión y el crecimiento económico. Por ahora, parece que pendemos del hilo de un arancel.

