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El México multidimensional

Quise esperar algunos días tras la publicación del INEGI con el informe sobre pobreza multidimensional en México del 13 de agosto. Informe que, dicho sea de paso, realiza este instituto por primera vez después de la desaparición formal del CONEVAL.

¿Cómo se mide la pobreza en México? México lleva 17 años empleando una metodología multidimensional para medir la pobreza, que se ha alineado desde el principio a la Ley General de Desarrollo Social. Lo importante sobre este enfoque es que reconoce que la pobreza no sólo se mide por el nivel de ingresos de una persona o una familia, es decir, no solo se trata de no tener dinero suficiente para cubrir el costo de la canasta básica; sino que la pobreza tiene muchas formas de manifestarse, por ejemplo, cuando una persona no tiene un acceso real a derechos sociales básicos como la alimentación, vivienda, servicios públicos, educación, salud y seguridad social.

En este sentido, hay logros que deben reconocerse en la medición presentada en 2025 respecto de los avances en la reducción de la pobreza en México entre 2018 y 2024. Primero, el dato fuerte: 13.4 millones de mexicanas y mexicanos salieron de la pobreza. Sin duda, un resultado sin precedentes que me gustaría desglosáramos un poco más.

De entrada, si tomamos como punto de partida la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares (ENIGH) 2024 que realiza el mismo INEGI, podemos observar que gran parte de la reducción de la pobreza se atribuye al incremento en los ingresos por trabajo, o sea, al salario. ¡Claro! Responderán algunos, pues el salario mínimo se ha incrementado de manera real en 116 por ciento, por reformas que han sido aprobadas con el apoyo de oficialistas y opositores, siempre en beneficio del bolsillo mexicano, pero, significa entonces que, ¿en México solo sale de la pobreza el que tiene empleo?

No necesariamente, contestarán los otros, pues ahí están los apoyos económicos que reparte a diestra y siniestra el Gobierno Federal desde hace seis años. Apoyos universales que, vale mencionar, son precisamente universales y no están dirigidos únicamente a la población más pobre o más vulnerable. Cabría entonces el comentario de que las acciones buenas podrían ser aún mejores si tuvieran un poco más de puntería.

Como apunte, la reducción de la pobreza se dio de manera desigual, pues en estados como Baja California, Colima, Coahuila, Sonora, Sinaloa, Tamaulipas y Chihuahua la disminución fue de más del 40 por ciento; mientras que Chiapas, quien tuvo la menor contracción de pobreza, solo llegó a 7.2, seguido por Tlaxcala, con 9.9, y Guerrero y Oaxaca con 12 y 14.4 por ciento, respectivamente.

Ahora bien, sea cual sea el elemento más significativo para explicar el incremento en los ingresos y el mejor estado de la economía de los hogares mexicanos, no podemos obviar el hecho de que hay un estancamiento en la economía nacional, apenas impulsado por el comercio y servicios, con la industria y manufactura a la baja y cada vez menos transferencias desde Estados Unidos por concepto de remesas y las crecientes amenazas de aranceles y restricciones a la política comercial por parte de ese país hacia nosotros.

Dicho lo anterior, lo ideal es generar una mejora inclusiva para toda la población, esto es, mejores y mayores oportunidades de empleo, incluyendo la regularización del sector informal para atacar otros indicadores pues no se ha logrado garantizar el acceso a la educación ni evitar que las personas sin acceso a los servicios de salud sean más del doble que hace seis años. Con este panorama en mente, ¿podemos mantenernos optimistas con los datos que recién vimos? O se tratará de una foto vieja, de una realidad que existió pero que no es sostenible con las condiciones actuales y futuras del país. Ya lo descubriremos