Esta semana y, al menos, en lo que resta del mes vamos a leer mucho sobre un virtual estancamiento en la actividad económica mexicana.
Empecemos por el dato más visible: la inflación, que ha llevado una tendencia creciente en los primeros meses del año, sobre todo por los resultados de marzo y abril. Las causas son diversas; presiones sobre los precios como los aranceles al acero, al aluminio, a los automóviles y a productos no amparados por el T-MEC, así como condiciones del mercado interno, donde destacan enfermedades del ganado, sequías prolongadas, escasez de insumos y fluctuaciones estacionales que presionan los precios al alza.
Por otro lado, tenemos la contracción en la actividad industrial (principalmente arrastrada por la caída de la construcción), que señala el Indicador Oportuno de la Actividad Económica (IOAE) en abril. Destaco que este dato es muy relevante pues nos demuestra que el crecimiento del PIB de 0.2% en el primer trimestre fue específicamente por la expansión del sector agropecuario, ya que la actividad industrial se redujo y los servicios se mantuvieron sin cambios.
Tras este evento extraordinario en febrero, la actividad económica regresó a su etapa de estancamiento, con un ligero repunte en el comercio y servicios y mostrando la mayor fortaleza en el mercado interno. Así como suena; a pesar de que hubo una desaceleración del empleo formal, existe un crecimiento real en los salarios, permitiendo un aumento en la demanda interna, ayudado por el crecimiento del crédito al consumo. Sumado a esto, tenemos los recursos provenientes de las remesas y de los programas sociales.
¿Qué nos explica todo esto?
Que aún con todos los factores naturales, humanos y políticos, el mercado interno sigue siendo, al menos por ahora, el salvavidas de la economía mexicana. Tal vez esto explique la decisión del Banco de México para recortar nuevamente la tasa de interés esta semana, quedando en 8.50% aún con la inflación en aumento, pues se vuelve necesario seguir fortaleciendo su elemento más resiliente: el bolsillo de las y los mexicanos, como una manera de equilibrar la debilidad del entorno y confiando en que la demanda no se va a disparar de manera contraproducente.
Veremos qué tanto resiste ante el continuo declive de la actividad industrial, la reacción negativa de las inversiones ante menores rendimientos por la baja de tasas, la fuga de capitales y las ya conocidas amenazas de impuestos adicionales por parte de Estados Unidos, sobre todo en vísperas de la renegociación del T-MEC.

